¿Privacidad o seguridad?
Esa es la cuestión…

¿Privacidad o seguridad? 

Esa es la cuestión… 

Por Horacio R. Granero

Según las noticias relacionadas con el escándalo ocasionado por el espionaje electrónico que se imputa al gobierno norteamericano, su Presidente habría desplegado recientemente una enérgica defensa de la intromisión del gobierno en la vida privada, necesaria, aseguró, para protegerse del terrorismo, defendiendo su política de seguridad nacional, luego de que se conocieron dos programas desplegados por la Casa Blanca para vigilar las conversaciones en Internet y por teléfono: la vigilancia no sólo alcanza a los estadounidenses, sino también a los extranjero si bien garantizó a los estadounidenses (y al mundo) que su gobierno había alcanzado "el equilibrio adecuado".

Es todavía una incógnita saber a ciencia cierta qué es lo que el espionaje escucha, mira o lee, o si capturaron registros telefónicos a través de Verizon y se metieron en los servidores de Google, Facebook, Microsoft, Yahoo, Apple y Skype, entre otras empresas, para analizar mensajes, conversaciones, videos y documentos, y ya varias empresas han manifestado que "respetan"  la privacidad de sus usuarios. Gran Bretaña, que lleva adelante un programa gemelo de espionaje le dio una bienvenida al debate sobre la política de seguridad y la privacidad.  

No es una disyuntiva de fácil resolución. Así como es seguro que nos parecería una aberración que la oficina de correos registrase el origen y destinatario de toda la correspondencia que pasa por sus buzones -aunque no tuviese acceso al contenido de cada carta, factura, recibo o telegrama, si que podría realizar un estudio bastante completo de nuestra realidad diaria- no es menos cierto que el Estado tiene como uno de sus fines primordiales la seguridad pública, -características propia del Bien Común-, y por tal motivo le exigimos que nos proteja.

A nadie se le ocurriría protestar porque antes de subir a un avión le efectúen un registro exhaustivo de los elementos que lleva en mano. Todos estamos contestes en no volar en una aeronave que pueda sufrir un atentado, o cuando vamos de compras a un supermercado y un cordial cartel indica que “sonría porque lo estamos filmando” sabemos que es una precaución del comerciante para evitar los robos y no podemos evitar que capten nuestros rostros.  Distinto sería que los equipos que detectan las pertenencias del viajero pudieran conservar los datos de su computadora portátil o su teléfono celular, o que las filmaciones antes aludidas sirvieran para conocer nuestras preferencias en la adquisición de bienes…

¿Y qué pasaría si –al igual que los aviones- los automóviles vinieran provistos de “cajas negras” que vigilen y monitoricen todos nuestros movimientos al volante? No son pocos los que se plantean la introducción global de sistemas que registren todos los eventos que suceden en la conducción cotidiana de un automóvil. [1] Así como la caja negra de un avión permite determinar las causas de un accidente, en los automóviles este dispositivo ayudaría a las autoridades y las aseguradoras a concluir con garantías quien fue el culpable de un siniestro. En Estados Unidos se ha propuesto su introducción obligatoria a partir de 2015.

Lo que la mayoría desconoce y no deja de ser curioso es que nuestros movimientos ya están siendo monitorizados desde hace décadas y el culpable de todo es aunque parezca mentira, el airbag. Su implantación de serie impulsó a muchos fabricantes a instalar el sistema EDR (Event Data Recorder), algo así como una caja negra capaz de registrar multitud de parámetros como velocidad, desaceleración, aceleración, posición del acelerador y del pedal del freno, giro del volante, régimen de revoluciones del motor… El EDR sería capaz de anotar todos estos parámetros de forma que en caso de un hipotético siniestro, se pudieran reconstruir con bastante fidelidad los últimos cinco segundos anteriores al choque y la reacción del conductor. Por desconocido que resulte, el sistema de airbags incluye en muchos casos su propia “caja negra” capaz de desentrañar las causas y el culpable de un siniestro.

Lo que parece a todas luces un atentado contra la privacidad del conductor podría ser considerado un medio efectivo de desentrañar las causas y los culpables del siniestro, de hecho en numerosas ocasiones ha servido de prueba pericial para tal fin. Lo que en un principio se diseñó como un método de análisis en condiciones reales de la efectividad del airbag, se ha convertido en el mejor aliado de las aseguradoras y los abogados.

Es probable que más de la mitad de los vehículos en circulación estén dotados de este tipo de sistemas y aún más probable que la mayoría de sus conductores y usufructuarios desconozcan que su conducción está siendo monitorizada. No obstante el debate de las cajas negras está en el aire en Estados Unidos y previsiblemente lo estará muy pronto en Europa si las autoridades determinan que éste podría ser el método definitivo para mejorar la seguridad. No obstante de momento sigue vislumbrándose como una alternativa radical y en contra de todos los principios de privacidad impuestos en Europa.

Es el eterno dilema de Seguridad Vs. Privacidad y cómo articular un sistema que potencie una sin denostar la otra. Harto difícil para los gobernantes es la tarea que tienen entre manos, y para ello es necesario recordar que respetar los derechos fundamentales no significa coartar el bien común

¿Quién ganará la batalla?